viernes, 18 de abril de 2008

OTOÑO

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Los campos están sin color
y las hojas ya marchitas
en Otoño;
también llegó el desamor,
dejando sólo en la vida
los despojos.

Descuidados los jardines,
las alamedas desiertas,
los recuerdos…,
y los vientos gimen tristes
entre esperanzas ya muertas,
sin secretos.

Y en la artística locura
que da comienzo al Otoño
van surgiendo,
tras noche de eterna bruma
y como un tenue hilo de oro
los silencios.

Ya no se escuchan las aves,
ni el zumbido de la abeja
bajo el cielo;
tan sólo las nubes traen,
después de tanta miseria,
tristes sueños.

Incluso la Luna teme
ocultarse entre la niebla
en su ocaso,
y hasta los dioses padecen
el terror de las tinieblas
a su paso.

Y así como entrega el árbol
sus ya melancólicas hojas
a los vientos,
así de las tumbas, el mármol,
va cubriendo las congojas
y lamentos.

No nos quedan más que sueños
en el devenir de las horas;
vuelve el día,
y con él los sufrimientos
que pudieran trocarse, ahora
en alegrías.

Y aunque el llanto de los cielos
no es otra cosa que una lluvia
deshojada,
¿por qué se cernió aquél velo,
causando tanta penuria
a nuestra alma?.

Bandadas..., bandadas de aves
por millares se agrupaban,
por colinas
y también sobre los valles;
y de los montes volaban
por sus cimas.

Emigran hacia otro clima
guiándose por el Sol;
y en los cielos,
van portando en sus valijas
tan sólo una cosa, que son,
sus recuerdos.

Hoy, esperando el invierno,
se encuentran las amorosas
jovencitas
sin decorar sus cabellos
pues no quedan de las rosas,
sino espinas.

Sólo hay árboles desnudos
y desolados jardines
en Otoño;
y los aires siguen mudos
y las esperanzas tristes,
… y despojos.

El tránsito borrascoso
de una bella Primavera
ya pasada,
a un doliente y burdo Otoño,
sólo impuesto por la fuerza,
nos dejaba.

Y si éste es nuestro destino
es muy cruel, y le diré
que se vaya,
pues nadie oirá sus gemidos;
y yo, alegre lo despediré...,
cuando parta.
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