miércoles, 23 de abril de 2008

UNA VUELTA POR GIJÓN

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Me gusta escuchar la gaita

y el redoble del tambor;

también me gusta la sidra

y beberme unas botellas

bien entrada la mañana

en cualquier bar de Gijón.

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No sé que tiene la sidra

que tanto me gusta de ella:

¿será ese cuerpo que luce?,

¿tal vez, su dorado color?,

¿quizás, por su alegre perfume?,

¿o es su afrutado sabor?;

yo no sé por qué será,

pero sea por lo que sea

todo me gusta de ella.

¡

Pues sí, yo vivo en Gijón,

la Villa de Jovellanos;

aquí, la noche no duerme,

tampoco la Luna descansa,

y las estrellas sonríen

a los jazmines del alba.

¡

En ésta hermosa ciudad

no brota nunca el silencio,

pues como tibios corales

y entre ferias y congresos

surgen los coros y danzas

que cantan sus himnos de amor

y bailan con tal sentimiento

que consiguen hacer los días

inolvidables y bellos.

¡

Está rebosante Gijón

de belleza natural;

tiene parques y jardines

con su verde ya habitual,

sabiamente repartidos

por toda la capital,

ataviados dulcemente

con lindas plantas y flores

que llenan a ésta ciudad

de tonos multicolores.

¡

Hay una cosa que siempre

nos llamará la atención:

son sus bares y tabernas,

salones, cafeterías,

casinos y merenderos,

restaurantes, sidrerías,

bellamente decorados,

donde se ve la opulencia,

se resalta el buen yantar

y sobre todas las cosas

se cuida la calidad.

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También tiene su recinto

de Feria Internacional

amenizado con fiestas

de aire tradicional,

con su canción asturiana

y su baile popular

donde se escancia la sidra

que se bebe sin parar.

¡

Y si usted viene a Gijón

no se sentirá un extraño,

pues pronto comprobará

que en ésta bella ciudad

estará muy ocupado

y todo el tiempo animado

por las gentes del lugar.

¡

Y si quiere contemplar

un espectáculo grandioso,

el más digno de admirar,

vea el mar enfurecido

pero desde el litoral;

son cosas para el recuerdo

que jamás podrá olvidar.

¡

Pues…,

cuando el Cantábrico ruge

es para echarse a temblar:

se encuentra excitado el viento,

está furiosa la mar

y enloquecidas las olas

revientan contra el roquedal.

¡

En éstas aguas salvajes,

limpias, batidas y frías,

la mar se agita entre espuma

y con su fuerza infinita

estremece a los abismos,

haciendo surgir cada día

y entre brumas matinales

de sus entrañas…, la vida.

¡

Y de éstas bravías aguas

brota una furia dantesca,

cuando a la muerte del Sol,

impasible el firmamento,

ve coronado en su ocaso

aquél mar azul y fiero

que hace llorar de emoción

hasta al mismísimo Cielo.

¡

Y cuando parta de nuevo

de la ciudad de Gijón,

sabrá que aquí va a dejar

a formidables amigos

que le van a recordar,

siempre con mucho cariño,

desde la orilla del mar.

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