miércoles, 23 de abril de 2008

AL SOL

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El astro rey siempre acude
presto a su cita anual
para instalarse en el cielo
llegando siempre puntual.

Y allí, bajo el firmamento,
en un cielo siempre azul,
engalana su morada
llenándola toda de luz.

El Sol se pasea a diario
por aquél regio lugar,
cobijándonos en su seno
con un amor paternal.

Una corona de estrellas
que ciñe su corazón,
irradia con gran poderío
la excelsa majestad de un dios.

Y en una palaciega estancia
que se extiende por las nubes,
se detiene, contemplando,
las laderas y las cumbres.

Con su embrujo fascinante,
él nos cautiva y seduce,
haciéndonos ver que la vida
a la nada nos conduce.

Y el sentido de grandeza
que en todo el mundo se halla,
siempre se encuentra al completo
con el valor de esa nada.

* * *

Con labios ardientes el Sol,
besa las bellas colinas
y los dulces valles besa,
y, también, quiere besar
a las sombras…, que no besa.

* * *

Las aguas mansas del río,
susurran con leve acento
y los árboles se mecen
con el murmullo del viento.

De pronto, un halo divino,
compuesto por mil colores,
despidiendo un mar de luz
surgió por el horizonte.

Y aquellos rayos del Sol
que de oro vuelven la arena,
se deslizan por el mar
no de forma muy discreta.

A las olas va irisando,
plateando a los delfines
y anunciando a los navíos
la buena ruta que siguen.

Sus rayos, sin duda, embrujan,
como flechas de pasión
y hasta, incluso, las vestales
por él pierden su candor.

Y luciendo una guirnalda
entre trinos y gorjeos,
el alba llegó anunciando
un día nuevo y muy bello.

La claridad, cada día,
comienza muy de mañana
y al mismo tiempo las flores
se van vistiendo de gala.

Y…, así como Prometeo
del Olimpo trajo el fuego,
la alegría y buen humor
el Sol nos trae del Cielo.

* * *

Nos envía su luz dorada
y, por supuesto, el calor;
la hermosura de las huertas
y los viñedos en flor;
y nos trae, como no…, el amor.
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