lunes, 28 de abril de 2008

RETORNO AL EDÉN

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Cuando Dios creó el Paraíso
lleno de frutos y flores,
contrajo un gran compromiso,
pues jamás pudo imaginar
y aún menos considerar
que aquellos hermosos brotes
iban a ser el azote
de toda la humanidad.

Un árbol allí creció
de todos el más hermoso
con sus raíces profundas
y un tronco poderoso.

El rocío que en sus hojas
se posaba lentamente,
ocultaba en sus axilas
escamosas yemas verdes.

Las brindillas coronadas
de frágil y fino tallo,
abren camino hacia el cielo
a las lamburdas y dardos.

Con éste árbol frondoso
llamado del Bien y del Mal,
quiso Dios poner a prueba
a sus hijos, Eva y Adán.

Y de aquél bello manzano
de ramas tan bien trenzadas,
con sus limbos y peciolos
y sus hojas perfumadas,
surge con gran seducción
y voz acariciadora
una serpiente muy bella,
una serpiente traidora.

Este fruto os ofrezco
en prueba de mi amistad:
“comed de él y así seréis
tan sabios y poderosos
que ya nunca más podrá
ni Dios ni nadie cambiar
vuestra suerte y bienestar”.

El Edén también tenía
otros árboles frutales:
melocotones, ciruelos,
castaños muy bien cuidados,
perales muy arrogantes
y cerezos… , altivos y bellos.

Eran sus frutos hermosos
y de ellos no tocaron
pues creyendo más al Diablo
en ese momento, pecaron.

Nada se hizo esperar
la venganza del Señor
que con la muerte y dolor
a todos nos castigó.

De pronto se transformó
aquél precioso manzano
en débil árbol deforme,
invadido por tumores
por piojos de costra gris
y parasitarios pulgones.

Muchos años han pasado
y el manzano del Edén
va muriendo cada año,
sigue enfermo, no va bien.

Y a éste vetusto manzano
de ajadas y mustias flores
con sus frutos descompuestos
y sus raíces tan pobres,
hemos antes de librar,
- para curar a éste árbol -
del Pecado Original.

Así que volvamos de nuevo
a vivir aquél momento… ,
aquella hora… ,
y tejamos en diademas
los pétalos de mil rosas;
y escuchando los romances
de las ramas y las hojas,
tal vez nos llegue el amor
y algún secreto…, con la aurora.
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