martes, 20 de enero de 2009

LA NUBE (Un canto a Asturias)

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Una esplendorosa nube,
nacida como de un sueño,
trajo a la Tierra aquél día
un bello trozo de Cielo.

Surgió por el horizonte
en una hermosa mañana,
llenando el aire de aromas
de incienso y frutas tempranas.

Buscaba un lugar tranquilo
donde reposar su vuelo,
cuando viendo una atalaya
de encinas y robles viejos
con armonía en sus prados
y plácidos ventisqueros,
quiso con toda su alma
acariciar aquél suelo.

Desconocía la nube
en qué lugar se encontraba;
pensó que se había perdido,
pues luego que atravesara
aquellas nieves del Norte
y los desiertos surcara,
creyó regresar al Cielo
pero no..., se equivocaba,
¡¡se hallaba en Tierra asturiana!!.

Y ante tal marco divino
aquella nube encantada,
posándose suavemente
sobre las cumbres más altas,
fue sembrando aquellos valles,
ríos, montes y cañadas,
con los dones más preciados
que el Cielo le encomendara.

De pronto hubo un resplandor
cuajado de púrpura y oro,
con un crepitar de estrellas
balbuciente y muy fogoso,
que partiendo de la nube
a los sones melodiosos
de un coro de serafines
resultó..., maravilloso.

Y esa divina canción
que los ángeles del Cielo,
alegres y entusiasmados
se la cantaban al viento,
era aquél himno de Asturias
que allá bajo el firmamento
hizo vibrar de emoción
a los hombres de éste pueblo.

Y en ese preciso instante
la aurora derramó pureza,
y con inmortal dulzura
aquél ambarino néctar
que de recónditos cielos
por el éter serpentea,
fue creando allí un Edén,
colmándolo de belleza.

Hermoso y rico vergel
es ésta tierra asturiana,
por el verdor de sus pastos
y el suave aliento que emana
de su luz crepuscular;
y en mágica ilusión volaba
la gran voz del ancho mar,
cubriendo así la montaña.

Y en la serena alborada,
al despertar el rocío,
envidia causan las flores,
ternura los limpios ríos
y las aves van cantando
al amor con bellos trinos,
llenando así la campiña
de fascinantes hechizos.

Entre la gran espesura
de aquellos bosques frondosos,
los álamos custodiaban,
cual hércules fabulosos,
a las musas y a las xanas
que con sus dones preciosos
hacían de la noche plata
y a los árboles..., suntuosos.

Y como fuentes perennes
aquellas ondas del río
descienden por verdes valles
buscando sendas de armiño
a través de la ribera,
y flirtean con los lirios
que con su bordado encaje
le van abriendo camino.

Y en la acantilada costa,
como torre soberana,
resurge de entre las olas
una furia desbocada,
que con voz atronadora
lanza su espuma irisada
que entre suspiros y aromas
cae en risueña cascada.

Hasta el Cielo se estremece
con púdica melancolía,
cuando dicta nuevas normas
buscando en todo armonía;
y hasta incluso aquellos rayos
que la Luna no vertía,
vuelven con todo su encanto
a lucir en sus mejillas.

En ésta ocasión el Señor
supo muy bien lo que hacía,
pues si con Eva y Adán
trajo a La Tierra aquél día,
a su primer Paraíso
sólo llanto y agonía,
por fin hoy sí consiguió
arreglar tal injusticia.

Era un jardín el Edén,
tan bello y tan bien cuidado
que mucho se parecía
al mundo del Principado;
pero en aquél dulce lugar
el Señor, muy perturbado,
puso extrañas condiciones
a los dos enamorados.

Precisamente un manzano
fue la peor tentación,
pues sólo trajo a éste mundo
tristeza y desolación;
pero ya no existe duda
de que en ésta otra ocasión,
es el manzano la obra
mejor de la Creación.

Ahora, en el nuevo Edén
surgido en tierra asturiana,
el manzano ya es el rey,
y la sidra...,
dorado fulgor del alma.

Quiero aprovechar el momento
y también ésta savia sagrada
para escanciar un “culín” de sidra
y brindar...,
¡¡por toda la gente asturiana!!.